Como en toda la obra de Victoria Muniagurria, la Infancia y la Memoria es un tema, sobre el cual vuelve, explora, revive.
Esta instalación, evoca a lo ÍNTIMO, al vestido que protege nuestro cuerpo, a esa segunda piel que nos cubre y nos arropa en cada etapa de la vida.
Ese vestido que es una barrera que nos separa de lo que no queremos mostrar, de lo que nos avergüenza, de lo que nos duele, de lo que tememos, de la decadencia del cuerpo.
Ese vestido que protege sentimientos, que oculta lo no dicho, y que según lo usemos, muestra fortaleza cuando hay debilidad.
La artista siempre inicia su trabajo relacionando algún objeto o imagen encontrada, con su pasado pueblerino donde transcurría largas y tórridas tardes, en el negocio familiar, rodeada de géneros, cintas, botones, puntillas.
En este caso antiguas perchas de madera encontradas en un Taller de Carpintería fueron el punto de partida.
La instalación está compuesta por 6 vestidos trabajados como esculturas textiles, sostenidos x esas perchas y colgados como si flotaran, en un forma espiralada que desciende.
La forma en que trabaja la gasa de algodón, revolviendo y cocinando el almidón, plegando, modelando también trae a su memoria las técnicas ancestrales, usadas por las laboriosas planchadoras de su pueblo.
Cada uno de esos seis vestidos homenajean a cada década vivida, en el interior de cada uno de ellos hay sublimadas fotos que refieren a su infancia y a partes de su cuerpo, aquellas que prefiere ocultar ,aquellas que pertenecen a su intimidad.
Intimidad que es preservada preservan ;cual cerrojo sosteniendo el escote de cada uno de ellos con una antigua alfiler Emperatriz® proveniente del arcón de recuerdos atesorados luego del cierre de la centenaria TIENDA.
Sublimar, una técnica que nos remite por un lado al significado psicoanalítico de la palaba, y por otro lado recrea e l proceso femenino y laborioso de planchar.